13 de agosto de 2014


 Otro final posible para la novela  "Los vecinos mueren en las novelas"
Valentín Potente     1° BAE

Muerte, Ilusión o Realidad

Ahora veo todo blanco y negro, la cabeza me da vuelta. Sinceramente no sé si morí, si era una mentira, un juego psicológico el que aquella señora me había jugado o si simplemente, era falso. Es una sensación extraña la que recorre lentamente mi cuerpo, no sé como describirlo pero algo no está bien. Intento dejar de lado el dolor.
Alzo la vista, una terrible tormenta se avecina. Por allí veo mi casa a tan solo unos metros de donde yo estaba. Una tremenda confusión sufro en este instante, la señora Greenwall se encuentra dentro. Tal vez, mientras yo estaba tendido y probablemente desmayado ella había robado mis llaves. Instantáneamente, busco en mis bolsillos las llaves, pero ellas seguían allí. ¿Como habrá entrado?
Me levanto con las fuerzas restantes. Me dirijo lentamente a mi casa, observando cada movimiento de la vieja por la ventana. 
Cuando me encuentro aproximadamente a unos tres metros ella me ve. Su rostro expresa algo de soberbia.  Había algo que no encajaba, como que una pieza faltaba en este gran rompecabezas, el cual literalmente me estaba rompiendo la cabeza. Esa señora me hacía dudar, su rostro irradiaba desconfianza, su forma de razonar me generaba bronca tal cual me pasaba con Anne. La única razón por la que no quisiera matar a Anne seria por su dinero, porque sin ella no podría sobrevivir. Pero esta señora no tiene ningún motivo para no ser asesinada, nada que yo necesite, para colmo, ella intentó matarme, afortunadamente no le salió o por lo menos eso creo. Capaz nada de esto está pasando y esto es un simple alucinamiento después de mi muerte pero si no lo es hay varias posibilidades de saber cómo llego ella aquí. Podría simplemente preguntarle cosa que seria inútil, nunca me lo diría o no sabría si es verdad. Se sienta en el sofá del hall y espera por mi entrada.
Entro. La observo de pies a cabeza, estaba tal cual la había visto en su casa. Pero no había reparado en sus zapatos, no sabía quién se los había visto, pero me resultaban familiares. Una serie de imágenes paso por mi cabeza rápidamente. Eso era, ANNE. Eran los mismísimos  tacones negros con los que Anne había partido esta mañana.
La señora iba a decir sus primeras palabras cuando la interrumpí.
- John...
- Greenwall, querida. O debo decir Anne.
- ¿De que estás hablando?
- Ya vamos cariño, eres tú. Y tú me quisiste matar, ¿Por qué? Yo tendría que ser el enojado, el que ha sido engañado.
- Este bien, soy yo. Se saca la peluca, su disfraz y los lentes. -  Pero mientes, nunca has sido engañado y menos de mi parte. Solo necesitaba afecto, alguien que me amara y vos no me lo dabas. Yo para vos era como un cajero una máquina de darte plata para que vos solo me uses. No podía seguir mas así. 
Esta mañana me desperté con cierta bronca hacia ti y un maravilloso plan para saber tu cariño hacia mí. Como sabrás, la casa de "Greenwall" está habitada pero yo le pedí a la mujer, Julie, que por hoy me dejara la casa libre. Ella aceptó y continué con mi plan. Me disfracé de vieja, para dar un aspecto de debilidad y aproveche que eras escritor para contarte una cierta historia la cual tenía como objetivo dos cosas:
Primero debía contarte mis sentimientos, mis historias románticas y deseos de forma en la que no te des cuenta, de forma irónica, indirectamente. Luego te preguntaría acerca de tu novela y como seria, pregunta que te hice al principio de la conversación. Afortunadamente hablaste de mi, de tu desconfianza y que me querías, sin saber quién era, matar. El segundo objetivo era matarte pero no podía, primero debería estar completamente segura de que no me amabas, luego que eras totalmente un crédulo y por último que realmente sin mí no sos nada. Por eso el té, el veneno si es cierto. Lastimosamente no cumplió en su totalidad. Pero hay una oportunidad más de destruirte.
Un tremendo silencio recorrió la habitación.
No podía creerlo, todo aquello era cierto, lo había logrado, me estaba matando pero ya no mas con veneno sino con palabras. Yo era un fracaso y la única razón por la que sigo vivo es ella. Pienso en sus últimas palabras, ¿a que se refiere? Es cuando la veo tomando del té, el mismo té que no surtió totalmente efecto en mí. Pero quizás en ella sí. 
- ¡Noooo!  ¿¡Qué hacés !? Intento frenarla pero rápidamente sale corriendo en dirección al baño, en mitad de recorrido se desvanece. Podría estar muerte o mismo desmayada lo único que me queda es rogar que sea solo una ilusión.
                                                   
                    Fin

20 de noviembre de 2012



EL OTRO LADO DEL RECUERDO

(Habitación oscura, con las ventanas cerradas. En la derecha se encuentra una cama desordenada, en el centro, un armario, y a su izquierda se ve un espejo de cuerpo entero, las paredes están pintadas de negro y el piso es de madera.
Enfrentado a la cama hay un escritorio con papeles y una silla. En la habitación, una chica camina nerviosamente alrededor del cuarto y se sienta en la asilla con la mirada perdida. Se levanta y vuelve a caminar)

Hombre: (grita a través de la puerta) ¿estás despierta?

Chica: (exclama furiosa) ¡no me molestes! (interrumpe sus pasos y comienza a murmurar) siempre están ahí, vigilándome, como si estuviera loca (se ríe histéricamente) ¿ellos son los locos! Que me tienen encerrada todo el día…

(Se sienta en la silla con la cabeza entre las manos, balanceándose en la silla)
¿Por qué piensan que estoy loca? ¿Por qué ¿ (desesperada) si lo único que hice fue…(para abruptamente) no (firme) yo no tuve la culpa, fueron ellos, siempre son ellos, siempre detrás de mí, persiguiéndome, arruinando mi vida, ¿Por qué todo tuvo que pasar así?, él me quería (tranquila) estoy segura, lo que pasó no fue mi culpa ¡fue culpa de ella! (exaltada); ella se apareció y arruinó todo, yo no tuve nada que ver con eso, ella sólo se fue y ya, ¿ por que me echan la culpa a mi? Si yo no tuve nada que ver con eso. Yo vi lo que hizo, no pude pararla, ella siempre manejándome, (grita) ella es la loca…

(Escucha un ruido desde afuera, se detiene a mirar la puerta, se levanta y vuelve a caminar) él no lo sabía, no sabía cómo era ella, y tenía que meterse en medio, y ella es tan manipuladora, (se revuelve el pelo, murmura bajito) si él no hubiese aparecido esa noche, la hizo enloquecer, yo sabía que tenia que estar sola pero el apareció de la nada, se puso histérica, empezó a gritar (tiembla) caminaba todo el tiempo, era un encuentro entre nosotras decía ella, y él no tenía que estar allí, ella salió corriendo (llora desgarradoramente) yo la seguí…

¿Por qué? ¿Por qué? (desesperada; se sienta y vuelve a balancearse) ella está loca (grita) ella, no yo, y él no lo sabía, y fue con ella, traté de pararlo, pero no, no me escuchó… (Se queda callada, se levanta de un salto y vuelve a hablar mirando al vacío) yo tenía razón, ella mintió, nos mintió a todos y me culpó por lo que hizo, se fue y me dejó sola, todos pensaron que fui yo, decían que era yo y que ella no existía, ¿pero cómo?, ella existe, estoy segura, y ella fue quien lo…, sí ella fue quien lo mató, ¿cómo pueden decir que no existe?, yo estuve con ella en ese momento, en el momento en que lo hizo, no pude pararla, al final desapareció como si nada, me dejó sola, dejó que culparan, (camina ausente hacia el espejo y sigue hablando) como la odio, ella fue, ella fue, ( se mira en el espejo y se detiene, exclama con voz temerosa) es ella, me persigue, no me deja en paz (señala su reflejo) quiere atraparme (con determinación) ¡pero no va a lograrlo! (empieza a golpear el espejo con furia, lastimándose hasta que éste se rompe y cae en pedazos al suelo; sus manos sangran hasta que cae desmayada y exclama “por fin la mate”, y muere)


                                                                 Nathaly Pajuelo; Victoria García Tori 

28 de agosto de 2012

Literatura - Tema: Relato policial


La oscuridad de las perlas

Estaba en la fiesta de casamiento de mi sobrina cuando se cortó la luz, y los brillos de mi vestido dejaron de brillar.
Todos nos quedamos inmóviles, yo sentí  algo en el cuello, pero no le di mucha importancia. Cuando volvió la luz mi sobrina me dijo:
- Tía ¿y tu collar? no lo tienes
-¿como que no?
Toqué mi cuello, era cierto el collar ya no estaba, supuse que eso  que había sentido en el cuello había sido un robo, pero fue inperceptible.
Todos se acercaron hacia mí y dijeron que estaban sorprendidos  de lo ocurrido.El amigo del novio de mi sobrina me llevo aparte y comenzó a preguntarme que fue lo que había  sentido. Iba a responderle pero me detuve y le dije:
-¿Por qué tengo que responderle si no lo conozco?
- Porque yo soy el mejor detective de la ciudad.
 Me quedé sorprendida , nunca imaginé que un detective estuviera   en esta fiesta.
Entonces él volvió a preguntarme:
- ¿Que sintió  usted al momento del apagón?
- Sentí  algo en el cuello, pero no le dí mucha importancia.
El detective comenzó  a mirar  mi cuello lo examinó  de una forma muy peculiar y debajo de mi oreja derecha vio  una mancha negra. La examinó  y dijo que era una huella digital. Inmediatamente se llevó la huella para analizar  y me dijo:
- Quedate tranquila, sé lo que hago.
Luego de unos veinte minutos  volvió  y me  dijo que las huellas eran de una  mujer posiblemente de mi misma edad.
Luego de haberme dicho esto yo comencé a  observar a todo el mundo que tenía a mi alrededor, quería encontrar una actitud o mirada sospechosa.
La señorita Antonia Ruibarbó, la novia  de mi hermano, miraba fijamente su celular y no levantaba la vista, era como si ocultara algo en su mirada.
El mozo que servía en mi mesa, tenía las manos sudadas y temblorosas. Me acerqué  al personal del catering para preguntar si al momento del apagón  el mozo  estaba en la cocina, pero nadie lo había visto.
En ese momento, mi hermano que me miraba sonrientemente, se acercó  al comisario y le dijo que yo tenía  una causa por  calumnias e injurias, y como él era  un ciudadano noble debía cumplir con el deber y le dijo que yo había planificado todo el robo.
Todo el salón  giró  su cabeza hacia mí , la sala era un revuelo, y justo en ese momento aparecieron los policías, los cuales me esposaron y dijeron que las huellas digitales eran mías.
Pero en ese momento el mozo dijo:
- Momento no se la pueden llevar, es inocente.
A lo que mi hermano respondió:
-Mentira ¿ de dónde sacó eso? es una barbaridad.
El mozo le dijo al oficial que había visto todo y dijo:
- La novia del hermano, ella fue la que sacó la huella digital del vaso de la señora Sánchez y las escaneó digitalmente con su celular.
La señorita Ruibarbó exclamó en su defensa:
-¿ de donde sacó eso hombre? es un disparate.
- Lo tengo todo grabado, el doctor Conmosi es el principal autor del hecho y usted es su cómplice.
Yo estaba asombrada nunca creí que mi hermano fuera capaz de tal cosa. Caminé hacia él y le dije que no mintiera más, que se declarara culpable. Hicimos la denuncia y fuimos para la comisaría .Mi hermano seguía insistiendo que él no tenía el collar, pero  por arte de magia, la policía lo  encontró en el bolsillo de su saco.
Problema resuelto, pero todavía no entendía  porque el mozo estaba nervioso y tenía las manos sudadas.
La novia  de mi hermano también fue arrestada, yo me puse mi collar y volví a la fiesta nuevamente.
Los invitados estaban bailando, y fue ahí  cuando lo vi, el mozo venía hacia mí y le pregunté:
-¿Por qué estabas tan nervioso? casi nos descubren.
- casi se nos va de las manos, no fue fácil poner tu collar en el saco de tu hermano, si me descubrían yo también podría  haber ido preso, por eso el temblor de mis manos.
-Bueno pero no fue en vano, ganamos, engañamos a la policía y a mi hermano. Ya no va a molestarnos.
Unas horas más tarde la fiesta y el caso se dieron por cerrado. 

Agustina Abella – 2º Bags

19 de febrero de 2012

Inglés - Tema: SHOW BUSINESS (famosos del mundo) - 3º y 4º año

Inglés - Tema: FAMOUS CHARACTERS FROM FILMS (personajes famosos de peliculas) - 2º año

Educación Estética - Tema: La simetría axial y central - 2º año

Educación Estética - Tema: La relación color-valor - 3º año

Educación Estética - Tema: La línea en la abstracción y la figuración - 1º año

Educación Estética - Tema: La figura y el fondo - 1º año

Educación Estética - Tema: La figura y el fondo - 1º año

Educación Estética - Tema: La composición estática y dinámica - 2º año

Educación Estética - Tema: El valor y la textura - 3º año

24 de octubre de 2011

Literatura - Tema: El relato policial

Crimen en “La Celebración”

Estábamos frente a la escena del crimen, el profesor Martínez y yo, observando a los policías avanzar con aire despreocupado en la esquina de la calle Solís, donde el salón de fiestas “La Celebración” permanecía abierto a los periodistas y detectives que quisieran entrar y regodearse ante la posibilidad de resolver el siguiente caso. Éste era tan insignificante como complicado, un collar de perlas robado a la señora Esther J. C. De Sánchez en medio del casamiento de su sobrina, Antonia Ruibarbó. Y ni siquiera supe por qué el profesor me obligó a perder el tiempo con algo tan absurdo, pero él decía que cualquier problema, aún fuera poco importante, debía ser resuelto si causaba el mal a otra persona. Aunque el mayor conflicto que le pudo ocasionar a la víctima fue la pérdida de un simple accesorio que, dada la fortuna que ella heredó, poco significaba a su capital, y un ataque de estrés por la mala experiencia.
Pero me había quedado sin opciones y, como alumna, debía seguir a Martínez, a pesar de que la emoción reflejada en su rostro me pareció demasiado exagerada para la ocasión.
Al entrar al salón, me impresioné por la delicadeza de los muebles, el color hueso de las paredes y el suave brillo que escapaba de las ventanas. El profesor no se movía, mirando fijamente a la nada, hasta que comenzó a caminar de un lugar a otro en la habitación. Así yo podía pensar que el crimen le interesaba más de lo necesario.
Me senté en el sillón enfrentado a la puerta de la sala y observé a Martínez, fijándome en sus extrañas elecciones con la ropa, como la chaqueta de su traje azul contrastando con el pantalón verde y una camisa salmón asomándose entre las solapas. Tampoco era posible ignorar la extravagante corbata amarilla, desgastada de tanto uso, y que había vestido en todos sus casos. Podía ver lo concetrado que estaba en sus pensamientos por las graves arrugas en su frente, la mirada distraída de sus ojos verdes, además de la forma en que movía repetidamente las manos a sus costados. Mi profesor tenía uno de esos tics nerviosos, que él podía sufrir por horas mientras pensaba en algo. Quizá se podría catalogar de “persona con problemas motrices y mentales serios”, pero sólo había que conocerlo para saber que poseía una gran inteligencia, desarrollada por sus años de estudio y experiencia sobre la psicología y el pensamiento criminal, que cualquier aspirante a detective, justo como yo, lograría aprender a admirarlo en poco tiempo. Sin embargo no era tan sencillo, cuando tenías que verlo en sus raras combinaciones de vestuario impulsadas por su locura o participar, forzosamente, en las partidas improvisadas de pócker que el profesor armaba para ordenar sus pensamientos.
Casi me caí del asiento cuando se abrió la puerta, y apareció un hombre decrépito y robusto, que se presentó como el jefe de policía Thomas, acompañado de dos asistentes ubicados detrás suyo. Thomas vestía el uniforme oscuro de policía y una expresión preocupada que nublaba su semblante. Me pareció inusual, ya que él nunca, por lo visto en las noticias, llegaba a involucrarse tanto en un caso, aún menos en un robo a una mujer anarquista y con un deje de superioridad que la cubría como un manto donde sea que estuviera.
El profesor logró salir de su estupor habitual y ambos saludamos a Thomas. Cuando Martínez le pregutnó al anciano policía por los datos que habían conseguido, él detuvo a Thomas y me dijo aparte:
“_Quiero que anotes todo lo que este hombre diga.”
Yo sabía que el profesor tenía problemas para recordar información aparte de la que su cabeza consideraba crucial para su supervivencia por más de dos horas. Por eso se olvidaba de cosas como mi nombre, varias veces de dónde estaba o de cómo llegó a algún lugar. Pero jamás se olvidaba de los métodos de resolución que a él le parecían habituales e instintivos y que usaba para solucionar cada misterio que se le presentaba.
Luego de inhalar profundamente, Thomas comenzó a hablar:
“_Sucedió ayer a las 10:48 p.m. La señora De Sánchez estaba celebrando junto a su familia y amigos el matrimonio de su sobrina, Antonia Ruibarbó, y su actual esposo, Mariano Estévez. También estaba allí el medio hermano de la víctima, el doctor Commosi, pero ninguno de los testigos vio en él algo sospechoso. Igualmente el señor Juan Eustaquio Ruiz, mozo del servicio contratado para la boda, está retenido en la estación de policía con los otros sopechosos, ya que nadie lo vio durante los diez minutos que duró el apagón.
Revisamos todo el edificio y no encontramos el collar. Por ahora eso es lo único que tenemos. El robo no pudo ser visto por un corte de luz que, según investigamos, se produjo por un desperfecto en el equipo de audio.”
Escribí en mi cuaderno cada una de las palabras aunque no tenía sentido para mí preocuparse por las exigencias de una señora con complejos de superioridad.


Luego de nuestra entrevista con Thomas nos dirigimos al barrio de Belgrano, donde una dirección proporcionada por el departamento de policía, nos guiaba a la casa de la señora De Sánchez, donde el profesor y yo esperábamos encontrar algunas respuestas. Pero Martínez interrumpió mis pensamientos cuando dijo:
“_Espero que la señora y lo que sepa del suceso nos ayude, necesito que vuelvas a tomar nota de lo que ella diga. Y por último, Sabrina, preciso que me recuerdes el nombre de nuestra futura entrevistada, sn embargo ahora debemos aguardar a que nos permitan entrar.”
Ni siquiera intenté corregirle mi nombre, porque sus confusiones se me habían vuelto habituales, aunque al momento en que intenté decirle el nombre de la víctima, un alboroto procedente de la vivienda nos llamó la atención.
Evitando reacciones exageradas, caminamos hasta la puerta y llamamos usando, a falta de un timbre o algo parecido, la oxidada y antigua aldaba de cobre frente a nosotros. Me alejé un momento para dar una última mirada a la fachada mientras aguardábamos a que alguien respondiera.
La construcción era imponente, o lo había sido, ya que ahora sólo se veía un edificio con un estilo clásico, claramente influenciado por gustos europeos, que denotaban la preferencia por la alta sociedad de la mujer en cuestión. Y aunque antaño éste fuera el hogar de familias aristocráticas, o incluso fuera un lugar para admirar, había quedado reducido al escondite de una anciana de mal carácter y con una habilidad evidente de subestimar a los demás, sin importarle que fueran inclusive su familia.
Un gran patio descuidado tenía lugar en el frente del terreno, y el color oscuro de las paredes abrumaba por su intensidad. Observé lo suficiente, también, para descubrir que algunas de las ventanas superiores estaban quebradas y, entre el espacio que dejaban las cortinas, se podía entrever habitaciones vacías, ni siquiera con luz en ellas.
Me acerqué al profesor cuando escuché pasos cerca de la puerta. En todos estos minutos Martínez había permanecido inusualmente quieto, sólo moviendo las manos extrañamente y retorciendo con sus dedos el ala del sombrero rojo que había adquirido en el camino desde el salón.
Nos recibió una mujer de unos treinta años, pequeña y vestida sencillamente. Ella nos dirigió hacia el salón, no sin que antes viéramos un desorden de empleados moviendo muebles y otros objetos al ritmo de una voz irritada, cabe decir molestamente aguda, que chillaba indicaciones a cada uno de ellos.
Ingresamos a una habitación demasiado extravagante. La decoración excesiva y visiblemente costosa era intimidante. El inmobiliario era enorme, completamete blanco con tonos crema y rosados, contrastando absolutamente con el exterior de la casa. Permanecimos en silencio un instante, hasta que apareción la señora De Sánchez. Era robusta, con el rostro surcado de arrugas y tenía el porte de toda una matrona. Su barbilla estaba ligeramente alzada en un gesto de superioridad, su espalda permanecía tiesa, con el pelo blanco fuertemente recogido y sus manos juntas delante suyo. Llevaba un vestido que la cubría como un hábito de color ámbar claro y se mantuvo callada por unos minutos. Nos evaluaba con una mirada grave, seguramente buscando alguna amenaza a su posición superior. Sus ojos fríos ocultaban su color azabache con una expresión de desdén.
Apenas se movió para indicarnos asiento con la voz desagradable que había oído antes. Pensé en alguna forma de iniciar conversación con una mujer tan poco dispuesta a cooperar, pero el profesor, mucho más directo y fiel a su costumbre, dicidió ir a la causa de nuestra visita.
“_Queremos saber lo que sucedió ayer en la noche. Sabemos que fue víctima de un robo en el casamiento de su sobrina. Díganos lo que sepa.”
Mientras él hablaba, observé a la señora Esther para captar su reacción ante las palabras de alguien que tan poco controla o piensa siquiera en lo que va a decir. Ella permanecía inmutable, sólo un leve fruncimiento entre sus cejas, casi inexistentes, dio señal de haberlo oído.
“_No sé por qué ustedes piensan que yo diría algo sobre eso a dos completos desconocidos.” Respondió ella con un tono cortante.
“_Disculpe, tiene usted la razón. Déjeme presentarnos, yo soy el profesor Juan José Martínez y ella Martina, mi asistene en el caso. Señora, el departamento de policía nos ha otorgado la autoridad de entrometernos y, en lo posible, resolver el gran misterio del robo de su collar.” Lo dijo con tanta naturalidad, que uno no podía creer que tuviera sus conflictos para organizar sus pensamientos y, aún más, olvidar mi nombre otra vez. “_Ahora, señora, proceda a contarnos lo que haya sucedido en la fiesta, ¿vio usted al ladrón?”
Con esto, ella drásticamente cambió de color, estaba roja, en la forma en que precede al enojo y ahora su tez se volvió pálida, su expresión tornada por la sopresa.
“_Por supuesto que no vi al culpable, a menos que crea que puedo ver en la oscuridad total. Sólo sentí que alguien tomaba mi collar, e hice lo que creí necesario, traté de evitarlo. Quien sea que fuese era demasiado fuerte para mí. Espero que lo atrapen a ese...”
“_Señora necesito su opinión, ¿quién cree que fue el sospechoso? ¿hay alguien en que usted pueda pensar?”
La mujer permaneció en silencio, a favor de mis oídos, claramente pensando en las palabras del profesor, hasta que volvió a hablar:
“_No estoy segura, pero sospecho del marido de mi sobrina, a los hombres como él sólo le importa el dinero, sabe que si muero la fortuna pasaría a mi medio hermano, el señor Commosi, y él está tan ciego con los encantos de ese granuja, que estaría dispuesto a darle todo lo que posee. Lástima que le haya salido mal.”
“_En ese caso, estamos hablando de un intento de asesinato, ¿tan segura está como para hacer esa clase de suposición?”
“_No lo sé, usted pidió mi opinión, ¿algo más que precise?”
El profesor se lo pensó un momento, formulando la pregunta en su cabeza como nunca antes. Ambos sabíamos ahora que decir lo incorrecto podría ofender a nuestra interlocutora, de quien queríamos la versión de los hechos.
“_¿Tiene algún enemigo? ¿Alguien, aparte del señor Estévez, que pueda querer hacerle mal?”
“_Bueno... _” Comenzó insegura, pero recuperó la compostura, poco dispuesta a dejar caer sus defensas frente a dos extraños. “_Está el señor Féliz Galance, él tiene un juicio en mi contra por supuestas calumnias e injurias, pero obviamente está equivocado.”
“_Si es así, ¿por qué no hace nada para evitarlo? La causa sigue en pie y usted no llevó testigos a su favor, ¿encubriendo a alguien?”
“_Yo no..._” Palideció un instante. Escuchamos unos pasos pesados y golpes provenientes del primer piso, seguidos de un grito, luego de un gemido lastimero. La confusión me llenó, sin embargo el profesor frunció el ceño sin decir palabra. Ella volvió a hablar en un tono a la vez titubeante y amenazador:
“_Creo que ya tienen lo que necesitan, más que eso yo no sé. Los despido y espero que encuentren al culpable.”
cuando estuvimos nuevamente fuera, Martínez se quedó mirando una de las ventanas del piso superior, de donde vinieron los extraños sonidos. De repente, el profesor se aproximó a un arbol cercano al objeto de su interés y comenzó a subirse. Intenté detenerlo, pero llegó a la copa rápidamente. Miró a través del vidrio, puso algo blanco en el marco de madera y, luego de comprobar lo que sea que fuera importante para él, bajó de entre las ramas. Antes de reunirsse conmigo, anotó unas palabras en su cuaderno personal y me indicó que nos fuéramos.


El profesor hacía y deshacía nudos en una cuerda entre sus manos mientras yo lo observaba ansiosa. Sabía que él ya no recordaba la entrevista con De Sánchez o incluso que teníamos un caso que resolver, pero mi única alternativa era impulsarlo a que recordara lo suficiente para conseguir un plan para solucionar el crimen.
De la nada, Martínez tiró la soga lejos suyo y juntó las manos sobre la mesa, todo su control enfocado en mantenerlas quietas. Comenzó a moverse en la silla, golpeando nerviosamente los pies haciendo un ruido metódico que reflejaba su intranquilidad. Pasaron unos minutos hasta que volvió a hablar.
“_Creo que voy a tener que leer tus anotaciones, tenemos que pensar en un buen plan de acción para mañana. Cubrir todos los asuntos rápidamente, apurar la investigación...” Empezó a divagar cuando le di mi cuaderno, hablando en susurros inentendibles al mismo tiempo que pasaba las páginas. En medio de su distracción, traté de hacer la pregunta que más me importaba.
“_¿Qué pasó en el jardín de la señora De Sánchez?” Esperé a que contestara pero pareció no haberme escuchado. Pasó una de sus manos por el rostro y quedó hundida en su pelo gris. Preocupada, observé como se balanceó en su asiento, con sus labios moviéndose sin sentido. Así la mano en su cabello, bajó hasta el escritorio frente a él e inició con un golpeteo rítmico en la madera del mueble. No me moví, ya que sabía que estaba en uno de sus trances en los que empujaba a su cabeza más allá de lo que podía gracias a sus dificultades mentales y que necesitaba movimientos extraños para pensar tranquilamente. Respondió después de unos instantes:
“_Voy a volver a la casa de la señora y a pedirle a Thomas que convoque al doctor Commosi. Valeria, quiero que hables con la señorita Ruibarbó, luego nos encontramos a las cuatro en la estación para hablar con el señor Ruiz, quizá nos tome más tiempo conseguir una entrevista con Galance, pero no es importante hasta que consiga lo necesario. Sofía voy a pedirte que tengas un informe con todo lo que diga la sobrina de la señora, cualquier dato que ella pueda aportar podría ser crucial...”


Me despedí del profesor en la entrada de la casa de Antonia Ruibarbó, demorándome más de lo necesario admirando la fachada de la pequeña construcción moderna, de colores claros y con amplios ventanales. Tenía un discreto camino de piedras que guiaba a la puerta y unas flores meticulosamente ordenadas en fila a sus costados.
Cuando entré a al edificio, me recibió la señorita Ruibarbó, como la había llamado Martínez, y me llevó hasta una sala sencilla y limpia, con una vista orientada al oeste, dejando ver un jardín particular muy cuidado.
Observé a Antonia, y me sorprendió la diferencia entre ésta y su tía. Ella era hermosa, de rasgos suaves y tranquilos, con ojos extraordinariamentes azules y el cabello rubio rizado cayendo por debajo de sus hombros. Su presencia, a diferencia de la señora De Sánchez, irradiaba alegría y calma, pero ahora se veía un deje de tristeza en su expresión, huellas casi invisibles de lágrimas en sus mejillas. Llevaba un vestido a la altura de las rodillas de color rosa, y unos zapatos con taco blancos. Sus uñas prolijamente cortadas quedaban eclipsadas por el anillo de casada en su mano izquierda. Ella permanecía nerviosa y titubeante bajo mi mirada.
Me presenté en un intento para calmarla, cosa que funcionó porque comenzó a hablar descontroladamente al borde de un sollozo.
“_Tiene que ayudarme, mi marido no lo hizo, sé que mi tía e incluso mi padre van a hablar en su contra, pero yo lo sé, él no pudo, no sería capaz de hacerlo, yo lo sé, debió ser alguien más, tiene que ser...” Se detuvo cuando las lágrimas la ahogaron y se limitó a mirarme con ojos llorosos. Empezó a temblar, imposible de contenerse, así que me limité a animarla y hacerle alguna pregunta sobre lo sucedido. Lo único que conseguí entender de su lamento fue que ella no estaba en la habitación en la que se produjo el robo y que, a pesar de que su marido estaba junto a su padre y su irritante tía, no cree que haya sido el culpable.


Me reuní con el profesor en la habitación de interrogatorios, en la estación de policía. Thomas estaba con nosotros en el cuarto escazamente iluminado, con sólo una destartalada mesa y unas sillas que habían sacado de la sala contigüa. Esperábamos impacientemente a nuestro primer sospechoso, el señor Ruiz. Antes había intentado que Martínez me contara sobre su entrevista con los hermanos, pero se limitó a decir que ambos compartían su desconfianza con el marido de Antonia, a pesar de la supuesta admiración que Esther había proclamado por parte del doctor Commosi hacia el señor Estévez. También mencionó que tenía algunas pruebas como para iniciar una creencia acertada, sin embargo ahí empezó a balbucear y solamente pude escuchar “huellas”, “registro familiar” y “secretos escondidos”. No supe cómo relacionarlos, pero igualmente los anoté con la esperanza de recordárselos más tarde y sacarle una explicación.
Entró Juan Eustaquio Ruiz, el mozo sospechoso por su desaparición. Tenía ropas sencillas y oscuras, el rostro sombrío y las manos esposadas. Al menos otros dos policías estaban detrás suyo vigilándo cada paso que daba. El profesor y yo lo miramos fijamente, esperando que hiciera algo que se tornara sospechoso, pero permaneció quieto en su asiento frente a nosotros. Para esta ocasión, Thomas decidió hacer las preguntas, seguramente impulsado por Martínez.
“_¿Permaneció usted fuera por el tiempo que duró el apagón?”
“_Sí”
“_¿Dónde estaba?”
“_Fuera” Sus respuestas eran cortantes y obviamente se burlaba de él por sus preguntas absurdas y simples. Thomas pareció entenderlo y enfureció.
“_¿Podría ser más específico?”
“_No” Las esquinas de su boca se movían sutilmente hacia arriba en una sombra de sonrisa ante la respuesta del policía. Por un momento me extrañó que no se preocupara por si lo consideraban culpable, incluso si era inocente, enojar al jefe de la estación no era una buena idea. Se sentía como si exactamente supiera que, sin importar lo que pasara, lo terminarían salvando. Se fijó en nosotros por un segundo, su mirada burlona cuando se posó en el traje violeta y amarillo del profesor. Me miró más de lo necesario, cuando finalmente dijo: “_¿Ellos van a encontrar al culpable? Bien, ya entiendo de qué hablaba.” Se detuvo, luego se inclinó a nuestro lado de la mesa, exponiéndose a la poca luz presente en la habitación. Pude ver por primera vez su rostro, rasgos angulosos, pómulos altos y una mandíbula fuerte, cabello castaño, ojos claros como el ámbar y con una mirada dura posada en ambos. “_En esto está incluído algo más que un simple crimen, hay intereses, y ¿qué pasa cuando se incluyen en un crimen los intereses de otras personas, sobre todo gente importante? Nunca se descrubre la verdad. Deberían dejar que lo inculpen, ni siquera importa si es cierto o no. A mí no me preocupa, y estoy metido en esto, pero es una trama perfectamente trazada que no deben interrumpir, demasiados problemas para todos, ¿no creen? Mejor dejarlo así.”
Permaneció recostado en su asiento, con una sonrisa petulante en la cara. Martínez no se había movido durante el discurso intimidante del señor Ruiz, e inclusive una expresión de alegría surcaba su rostro. Con un gesto de su cabeza, indicó a Thomas que se llevaran al hombre y sólo se paseó por la habitación cuando estuvimos solos.
Ignorándolo, me acerqué a una mesa auxiliar cercana a la puerta del cuarto. Tenía los objetos que le habían confiscado a Ruiz. Varios billetes de cien pesos, un par de guantes aislantes y una nota arrugada. La abrí para leerla, pero la luz no era suficiente, así que me senté nuevamente en la mesa del centro y la observé. Decía lo siguiente:

“El pagano tensa tela en la sala D mientras yo ceno”

Me mantuve quieta un instante, tratando de entender el significado de esta frase, que parecía hecha de la nada sin algún sentido común. Lo peor es que ni siquiera pensando en por qué la tendría Ruiz podía encontrarle una explicación razonable. Las palabras no estaban relacionadas con nada de lo sucedido, pero al parecer el profesor pensaba distinto, ya que cuando vio lo que tenía en las manos, lo leyó y lo guardó en su cuaderno de notas. Luego decidimos salir de la estación, sólo nos quedaba entrevistar al señor Galance.


Félix Galance estaba sentado frente a nosotros al otro lado de su escritorio de madera importada en el estudio de su mansión. La habitación esquisitamente decorada con jarrones caros y colores madera, daba un sentimiento reconfortante, junto con una importante sensación de riqueza. Este hombre, obviamente estaba rodeado de productos extranjeros y extravagantes objetos de valor incalculable. Él no dudó en darle un segundo vistazo al profesor y su mal combinado atuendo, mientras que Galance vestía una camisa blanca inmaculada e inpecablemente arreglada, junto con unos pantalones negros y zapatos italianos perfectamente lustrados. Su pelo aleonado estaba prolijamente peinado y su rostro libre de marcas de la edad resaltaban una nariz increíblemente recta y ojos profundamentes castaños. Era la viva imagen de la pulcritud y la importancia de la apariencia física. Además era quien había acusado a la señora De Sánchez por calumnias e injurias, sin que ésta hiciera algo por defenderse.
Galance nos miraba con una expresión medio desconcertada medio sorprendida. Una vez que le hubimos dicho sobre la razón por la que estábamos allí, se relajó y se dispuso a contarnos lo que necesitáramos.
“_No me sorprende que esa mujer esté en medio de otro lío, es una persona con más que suficientes enemigos. Si ya han hablado con ella, pueden ver la forma en que trata a otros aparte de ella misma. Siempre ese desdén insoportable. Me alegro del robo, aunque no lo vean como un deseo a que pase por mal, es sólo que su carácter abominable la vuelve despreciable. Y no olvidemos la acittud violenta que tuvo conmigo.”
“_De eso queríamos hablarle, ¿cómo fue el incidente? ¿había algo en la señora distinto?”
“_Sucedió en una de mis visitas a su casa, o como yo la llamo “la mansión del horror”, sólo un chiste privado, pero eso no importa, en fin, Esther no estaba en el lugar en cuestión por el momento, me dijeron que la esperara. Decidí dar un paseo por la construcción, tan halagada por sus inmensas habitaciones y sus antiguas decoraciones. Hasta que me detuve frente a una de las puertas, creo que en el primer piso, ya que salía de ella un extraño sonido. Me acerqué para escucharlo mejor, y apareció dentro la señora De Sánchez, aunque un poco extraña. Completamente desalineada y furiosa, parecía que tenía un ataque de nervios, ni siquiera creo que me haya reconocido. Pero ahí mismo me atacó, incluso cuando traté de hacerla entrar en razón. De alguna forma logré escapar de aquella loca, ni hablar de que lo primero que hice fue ir hasta la estación de policía para hacer la denuncia.”
El profesor asintió cuando escuchó “puerta en el primer piso” y se matuvo el resto de la tarde con buen humor. Inclusive llegó a caminar algunas cuadras con una sonrisa en el rostro, lo que sólo hacía que mi necesidad por preguntar se hiciera más fuerte.


Volvimos a pasar el resto del día en el estudio de Martínez, ahora jugando algo de pócker con su música clásica de fondo. Mi impaciencia aumentaba a cada minuto pero sabía que, aunque el profesor ya conocía al culpable, si le preguntaba no iba a poder decirme su nombre gracias a su memoria a corto plazo. Así que tenía un método para recordarlo, lo anotaba todo en un pequeño cuaderno personal. Tenía el conocimiento del lugar donde lo dejaba, sin embargo a él no le gustaba que lo viera en su presencia, prefería que lo hiciera sola. Entonces tenía que esperar hasta que se cansara y dejara la habitación, pero esta de tan buen humor que parecía renuente a hacerlo.
Cuando dirigí mi mirada al reloj en la pared por décima vez en veinte minutos, Martínez me sonrió y dejó las cartas. Bostezó falsamente y, apagando la música, salió del cuarto.
Casi corrí hacia donde estaba el anotador, mi inquietud más fuerte que nunca desde que habíamos empezado este caso.
Comenzé a leer tan rápidamente, que tuve que volver a releerlo porque apenas había comprendido tres palabras. Lo había apuntado como “Robo en La Celebración”, y decía lo siguiente:
“voy a proceder a explicar la resolución del caso, los hechos que me llevaron a mi conclusión final. En primer lugar los ruidos procendentes del primer piso en la casa de la señora Esther. En un principio pensé en algún animal encerrado para diversión de la mujer en cuestión. Pero luego descubrí que estaba equivocado, aunque no del todo. Al llegar a la residencia De Sánchez, pude observar las ventanas rotas del primer piso y eso me llevó a querer verlas de cerca, ¿qué criatura podría hacer tal desctrucción y ruidos semejantes? Asi que cuando estuve lo suficientemente cerca descubrí el escondite más desastroso e inhumano posible, y luego de esperar apareció frente a mí una versión, como la descrita por Galance, de la señora De Sánchez, monstruosa y demacrada, y, con el vidrio abierto, pensé en dejar un papel blanco en donde esperaba que quedaran impresas las huellas de aquella persona, si es que podía llevar tal nombre.
Al día siguiente volví a la casa de Esther para recojer la hoja y, como esperaba, allí estaban fielmente gravadas las marcas de ese ser humano. Mi visita a los hermanos fue una especie de escusa, que de todas formas me sirvió para descubrir que ambos sentían una grave aberración hacia el señor Mariano Estévez. Hasta este momento puedo decir que la persona que atacó al señor Galance fue nada menos que la hermana gemela de Esther que, según investigué más tarde, se llama Analía J. T. De Sánchez. Ella permanece encerrada como el oscuro secreto de la familia, por eso la señora no opuso defensa en el caso, con el intento de ocultar a su hermana, porque ¿de qué otra forma podría defenderse sin exponer la verdad, a su gemela loca? Aquí es cuando me remito al verdadero problema en cuestión, quién produjo el robo.
Luego de ver a los hermanos sin ninguna satisfacción luego de soportar su insoportable carácter de superioridad, me dirigí hacia la estación de policía. Esto fue unas cuantas horas antes de nuestra acordada reunión. Allí me enteré de la identidad de la hermana, aunque no fue fácil ya que la familia le pagó a la policía por mantener su registro fuera de la vista pública. Alrededor de las dos de la tarde me entrevisté con el señor Estévez, que expresó continuamente su odio hacia Esther y su suegro, dijo que ambos parecían unirse en su contra cuando y, según sus palabras, el no tenía por qué robar un collar de perlas y mucho menos de la señora así que por lo tanto era inocente. Luego me habló, e imagínese mi sorpresa, sobre la señora Analía y de cómo la conoció por accidente, mientras buscaba la biblioteca en el piso superior de la casa. Al parecer el problema fue que la familia, excepto la señorita Ruibarbó, se enteró de ello.
He aquí el resto, sobre el señor Ruiz, bastante valiente como para desafiar a la policía pero también fácil de comprar. Los guantes asilantes parecen perfectos para intervenir en un sistema eléctrico, sobre todo cuando descubrí que el desperfecto se produjo porque alguien cortó los cables y luego los volvió a unir. E hizo un excelente trabajo, debo agregar, por lo que decidí investigar sobre el señor Ruiz, pero adivine qué, no hay ningún registro de este hombre, por lo que mi conclusión llegó a un encubierto, y puede que nunca lleguemos a descubrir su verdadera identidad ya que, según me enteré hace unas horas, se escapó de la celda en la estación de policías luego de nuestra visita, dejando un saludo especial para usted. Sin embargo, la nota que ambos leímos, esa tan extraña, era un anagrama. Pero no todo el mensaje tiene sentido, aunque si se resuelve se pueden extraer las palabras “apagón” “antes”, “de” y “once”, lo que coincide perfectamente con los sucesos del crimen. Comparé la letra con la de Esther coincidiendo perfectamente. Y el dinero que le sustrajeron cuando detuvieron a Ruiz fue el pago que ésta le dio luego de realizar su trabajo.
Ahora bien está el robo del collar. Éste estuvo planeado por ambos hermanos, el doctor Commosi sustrajo la gargatilla de la señora y la escondió en uno de los muebles de la casa de De Sánchez. Si se pregunta cómo lo supe sólo puedo decir que una conversación con dos personas engreídas y orgullosas no es nada divertido. El señor Ruiz no fue nada más que un cómplice para producir el apagón, a quien pagaron por su trabajo y silencio. Luego los hermanos inventaron toda la historia para inculpar a Estévez. Éste se había vuelto una amenaza por su conocimiento de la gemela loca, por lo que decidieron alejarlo de su sobrina y convertirlo en un renegado, en alguien en quien nadie confiara por ser el supuesto culpable de un robo a una anciana indefensa.
En cuanto a por qué Estévez fue inculpado, pero a Galance no se atrevieron a hacerle nada en su contra, fue por el simple hecho de que el primero sabía que la loca del primer piso era alguien aparte de la señora De Sánchez, en cambio el señor Félix está convencido hasta el día de hoy de que la mujer a quien vio y que lo atacó es la mismísima Esther.
Esto es mi resolución del caso, querida alumna, y como creo que va a ser usted un mejor trabajo que yo a causa de mis atrofiadas neuronas, le pido que mañana le entregue a Thomas esta nota para que él consiga la solución que tanto esfuerzo le estuvo costando. No olvide asegurarse que el señor Estévez salga libre de su detención.”

Victoria García Tori- 2º BAGS

5 de octubre de 2011

Literatura - Tema: El mito

El llanto eterno

Ismene ya tenía 21 años. Un día decidió irse a vivir a un pueblo muy lejano. En el camino, se encontró a un semidios llamado Heron. Muy amablemente él la condujo hasta su pueblo, Cerezo.
Al llegar allí el le ofreció una cabaña de huéspedes. Ismene muy agradecida insistió en pagarle, pero él no aceptó.
Pasaron los meses, semanas, días y ellos estaban cada vez más enamorados. Cierto día Heron fue informado de que su hermana contrajo una enfermedad grave y necesitaba a alguien que cuide de ella. Cuando Hermes se enteró de lo sucedido fue a Cerezo a obsequiarle unas zapatillas aladas, iguales a las de él, para viajar junto a su hermana Alaida.
El día que Heron iba a partir Ismene le comentó que estaba embarazada. Muy sorprendido él decidió no viajar, insistentemente Ismene lo convenció de ir y volver antes que pasaran 9 meses.
Al anochecer Heron ya había llegado junto a Alaida. Pasaron semanas y accidentalmente Heron contrajo la misma enfermedad que su hermana, al cabo de días esto provoco que los dos murieran. Carcas, el rey de el pueblo al enterarse de la noticia viajó hasta Cerezo a comentarle a Ismene que Heron había muerto, ella llorando desesperadamente le agradeció su visita. Día y noche Ismene lloraba desconsoladamente.
Pasaron 9 meses, dio a luz a un hermoso bebé al cual llamó Locre. Como todos los bebés Locre lloraba, pero él lloraba excesivamente ya que su madre también lo hacía.
Zeus, curioso por saber lo que sucedía fue hasta Cerezo a hablar con Ismene, pero ella estaba demasiado frustrada para hablar. Repentinamente Zeus se enojó y para castigarlos los condenó a ambos madre e hijo al llanto eterno.
Las nubes del Olimpo no aguantaban tanta agua y en la Tierra caían gotas cada tanto, eso provocó la lluvia y las tormentas.

Victoria Bellanti, Manuel Santoro, Lucas Martínez, Abril Heindenreich 1º BAE

Literatura - Tema: El cuento de terror

El demonio del castillo

Cuentan que una noche fría y de tormenta, dos forasteros buscaban un lugar donde refugiarse. Entonces, vieron un castillo, que parecía estar abandonado y sin dueño.
Decidieron abrir la puerta y entrar. El castillo era un lugar amplio con muchas habitaciones, las cuales tenían las ventanas cerradas, las cortinas rotas, la luces apagadas y objetos extraños y extravagantes.
Fueron en busca de comida a la cocina, y cuando iban a abrir la heladera encontraron en la mesa, que estaba ubicada en el centro de la cocina, una carta, que decía: ‘‘El joven que se aventure en este castillo no podrá salir nunca más y será castigado con la muerte''.
Los jóvenes no creían en nada de lo que decía la carta. De inmediato, se dirigieron a una de las habitaciones y se fueron a dormir en las camas que había allí.
Parecía que estaba todo bien hasta ese momento, cuando de repente uno de ellos, el más joven, creyó escuchar algunos ruidos extraños que provenían del exterior. Se levantó de la cama, prendió una linterna y se fue a recorrer todo el castillo y a ver quien podría haber provocado esos ruidos.
Siguió buscando durante horas y recorriendo todos los salones, pero no vio a nadie. Más tarde, cuando se fue a dormir de nuevo, somnoliento, abrió la puerta y sintió el ruido de un cuchillo que se estaba afilando y de repente, sintió una puñalada en el pecho, que no le permitió respirar y que indicaba su muerte.
El otro muchacho siguió durmiendo hasta el amanecer y cuando se levantó para hablar con su compañero, vio que no estaba en su cama.
Lo buscó por todos los lugares, pero no lo halló. A la medianoche de ese día, cuando se despertó para ir al baño el demonio lo asesinó.
Y dicen que a partir de ese día, nadie supo más de esos jóvenes. ¿Habrá sido el demonio quien asesinó?

Rocío Carril, 1º BAE

Literatura - Tema: El relato fantástico

La agenda telefónica

Un chico encontró una agenda con teléfonos y quería devolverla, pero el único dato del dueño que tenia era el nombre. Tuvo una excelente idea, llamar a uno de los contactos de la agenda telefónica y preguntar por el dueño .
Lo hizo y se comunicó con un señor que no le contestaba. Luego de dos meses ya no le importaba regresarla.
La noche de un domingo tuvo un sueño extraño, soñó con un señor, al parecer el dueño de la agenda, que le decía que lo vaya a visitar a su casa en la colina Brasca y que allí le diera la agenda.
Después, se despertó sobresaltado , fue a la cocina , agarró un jugo y se fue rápidamente de su casa a la colina.
Como en el sueño, allí había una casa, tocó timbre diez veces pero nadie contestaba, harto de esperar con la agenda en la mano, abrió la puerta de una patada y vio un montón de sombras blancas girando alrededor de una mesa con la agenda, y cuando la quiso ir a buscar, no estaba en su mano.
Se cerró la puerta. Se abrió la ventana y escuchó una voz que le decía :graacias!!.
Salió corriendo y nunca más volvió a esa casa de la colina Brasca.

ROCÍO CARRIL, 1º BAE

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Un reencuentro misterioso

Hace mucho tiempo que no veía a Nélida, unos dos o tres años más o menos. Ella fue mi amiga desde la infancia, íbamos juntas a todos lados, nunca nos separábamos. Con el tiempo cada una formó su familia, nos distanciamos bastante, pero nos seguíamos queriendo como siempre.
Un día recibí una llamada al celular, era de Nélida. Le respondí muy alegre y estuvimos charlando un rato. Al cabo de unos minutos le propuse vernos en un bar o en alguna de nuestras casas, pero ella me dijo que no. Me pidió que la disculpe, pero que no podía, le pregunté porqué y antes de que llegara a contestarme, se cortó la comunicación.
Intenté llamarla de nuevo pero no atendió. Exactamente una semana después de su primera llamada; el mismo día, a la misma hora, me volvió a llamar. Me dijo que la disculpe por lo de la otra vez, pero que su teléfono funcionaba mal. Le dije que no se preocupara y nos pusimos a charlar. Nuevamente le propuse encontrarnos, ella me dijo que no. Intenté preguntarle porque, pero, de nuevo, la comunicación se cortó. No me sorprendí demasiado y fui a la cocina en busca de agua, con el celular en la mano por si me volvía a llamar. Al entrar le eché un vistazo al almanaque que estaba sobre la heladera y noté que al día siguiente era el cumpleaños de Nélida. Ya que hacia mucho que no nos veíamos, decidí darle una sorpresa e irla a visitar a su casa.
Ese día me levanté temprano, fui a comprarle unas flores y me dirigí a su casa.
Al llegar toqué timbre y su marido, Néstor, me abrió la puerta. Le dije:
-Hola Néstor, vengo a visitar a Nélida, sé que hoy es su cumpleaños y bueno, quería saludarla.
El me miró atónito y luego de unos segundos respondió
-Nélida falleció hace 3 años.

FIN

Florencia Planella – Agustina Sánchez Ré 1º BAE